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Salud

Terapia con perros adiestrados ha ayudado a más de 35 niños hospitalizados en Coquimbo

Los pacientes interactúan con ellos en sesiones cuidadosamente guiadas por profesionales
de salud y entrenadoras especializadas, enfocándose en reducir el estrés y la ansiedad, mejorar la coordinación, aumentar autoestima y adhesión al tratamiento, entre otros objetivos.

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Red Comunales

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Los pacientes interactúan con ellos en sesiones cuidadosamente guiadas por profesionales
de salud y entrenadoras especializadas, enfocándose en reducir el estrés y la ansiedad, mejorar la coordinación, aumentar autoestima y adhesión al tratamiento, entre otros objetivos.

Los pasillos del Hospital San Pablo de Coquimbo se llenan de miradas curiosas, sonrisas tímidas y un suave sonido de patitas acercándose. Todo anuncia la llegada de “Bruna”, perrita terapéutica que, con su credencial colgada al cuello y una ternura desbordante, cada jueves viene a acompañar, calmar y alegrar la jornada de los niñas y niños hospitalizados en el Servicio de Pediatría. Son las patitas que curan.

Fue en diciembre de 2024 cuando “Bruna” visitó por primera vez el establecimiento, gracias a la
implementación de una iniciativa pionera en la Red Asistencial pública de la región, orientada a humanizar la atención y facilitar la adaptación de los pacientes pediátricos al entorno hospitalario.

Desde entonces, suma casi 90 sesiones realizadas, acompañando a más de 35 niños y niñas, en una labor que no ha desarrollado sola. En este recorrido la han acompañado fielmente
“Ember” y “Milodón”, y a las que el pequeño cachorro “Nemo” espera sumarse más adelante.

Andrea Avilés, enfermera jefe Servicio de Pediatría del Hospital de Coquimbo, explica que estas
visitas son mucho más que momentos de ternura y juegos, ya que cada sesión es cuidadosamente planificada para que pueda cumplir con los objetivos físicos y psicológicos que cada paciente requiere.

“Nuestro equipo elabora un listado semanal con los niños que pueden acceder a estas
intervenciones, donde participa el médico, la enfermera y un equipo multidisciplinario. Una vez que el paciente es seleccionado, se pide el consentimiento informado a los padres, y si ellos autorizan, ahí recién se consulta a los niños. Luego, se envía un formulario a las terapeutas con la edad del menor, el diagnóstico general y los objetivos que se buscan, indicando qué cosas le gustan, cuáles lo descompensan, entre otros detalles. Con ese material ellas elaboran un plan de trabajo que es revisado nuevamente por nuestro equipo, evaluando si las actividades se ajustan a las características del paciente y, una vez aprobado, se agenda la sesión”.

Añade que “cada instancia es realizada en un espacio delimitado, donde ingresa el técnico de intervención asistida por animales, la educadora canina, el paciente y también un miembro del Servicio de Pediatría, como un terapeuta ocupacional, psicóloga, TENS, enfermera o educadora de párvulos, entre otros profesionales”, destaca Andrea.

Metas diversas

Los objetivos de la terapia canina son tan diversos como los propios pacientes, ya que las sesiones pueden enfocarse en reducir el estrés y la ansiedad, estimular la memoria, mejorar la coordinación y el equilibrio, favorecer el control de los impulsos, fortalecer habilidades motoras o aumentar autoestima, entre otros beneficios.

Se trata de un complemento valioso al trabajo clínico y farmacológico que realiza el equipo del Servicio de Pediatría, quienes a fines del año pasado tomaron contacto con la agrupación sin fines de lucro “Terapeandog” para trabajar en una alianza que implementara estas sesiones bajo estrictas medidas sanitarias y criterios específicos, logrando hasta la fecha excelentes resultados.

Siete Meses del Programa

Las terapias ya cumplen casi siete meses en el hospital y el impacto que han tenido no solo se
percibe en las sonrisas de aquellos pacientes hospitalizados, sino también en las palabras de
agradecimiento de sus familias, quienes han evidenciado de cerca el cambio en sus hijos.

“A ella le gustan estas sesiones, sale más tranquila y relajada. Aparte que los perritos son dóciles, se dejan acariciar y todo eso, así que me parece muy bueno porque los incentivan a sentirse mejor y les transmiten tranquilidad. Ella va relajada porque ya sabe a lo que va, sabe que lo puede acariciar, que el perrito le da la manito, entonces sale contenta. Me cuenta que son dos los perritos, el ‘Milo’ y la ‘Bruna’, pero que ella es la que más viene. Los niños se sienten estables y felices con los perritos, es que a todos nos gustan”, comentó Jessica Marín, mamá de una de las pacientes hospitalizadas.

Camila Reyes, técnico en intervenciones asistidas con animales y una de las encargadas de
Terapeandog, señala que cuando iniciaron las sesiones muchas veces el objetivo era distraerlos de la hospitalización, pero con el tiempo implementaron mejoras para alcanzar nuevos propósitos.

“Cada sesión es personalizada, con objetivos y una planificación clara, y ese ha sido un avance
sustancial. Muchas veces con un terapeuta ocupacional el niño entrega su confianza en 40 minutos o incluso en dos sesiones, pero cuando interviene un perro se demoran 15 minutos o nada, la llegada es más rápida teniendo a un animal dentro de la sesión y los avances son más grandes. En otros casos, cuando nos piden trabajar autoestima o mejorar la adhesión al tratamiento, planificamos actividades personalizadas, dependiendo de la edad y características del niño, entonces la mejora se ve dentro de la misma sesión. El avance es casi mágico, si hay niños con dificultad para comunicarse, su confianza cambia mucho y es muy evidente a medida que toman más sesiones”, añadió.

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