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Música que transforma: historias de inclusión, confianza y crecimiento

La Fundación Filarmónica de Coquimbo continúa impulsando el desarrollo integral de niños y niñas mediante una educación musical especializada, donde el aprendizaje técnico se une a la formación emocional y social. Esta iniciativa cuenta con el financiamiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a través de su Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras.

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Red Comunales

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La Fundación Filarmónica de Coquimbo continúa impulsando el desarrollo integral de niños y niñas mediante una educación musical especializada, donde el aprendizaje técnico se une a la formación emocional y social. Esta iniciativa cuenta con el financiamiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a través de su Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras.

A través de sus programas formativos, la Fundación Filarmónica de Coquimbo ha generado un impacto visible en estudiantes que, más allá de aprender un instrumento, han encontrado un espacio donde sentirse seguros, valorados y parte de una comunidad.

Las actividades de esta institución artística cuentan con el financiamiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a través de su Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras, permitiendo que niñas y niños accedan a experiencias musicales transformadoras desde sus propias realidades y particularidades.

Un antes y un después: crecer con la música

Matilda Olivares, de 11 años y con diagnóstico TEA, es una de las estudiantes que ha experimentado una transformación profunda desde su ingreso a la Orquesta Municipal Filarmónica de la Fundación. “Al principio le costaba mucho integrarse, tenía episodios de frustración en los ensayos, incluso llegaba a llorar porque no lograba comunicarse con otros niños”, cuenta su madre, Estefanía Vásquez Molina.

Sin embargo, con el tiempo y el acompañamiento del equipo, Matilda no solo logró integrarse al grupo, sino también presentarse en conciertos y audicionar en solitario. “Quizás para otros esos no son logros grandes, pero para ella lo son. Hay un antes y un después”, agrega.

Matilda, recuerda también su motivación inicial: “quería ser una persona distinta a los demás y conectarme conmigo misma, con lo que me gusta”. Así, y tras el paso del tiempo, hoy comenta con orgullo: “tocar el cello me ha ayudado a mejorar mi autoestima, quererme y valorarme más. Me siento más capaz, incluso más inteligente”. En este sentido, para ella, tocar en público provoca una mezcla de nervios y entusiasmo: “me siento eufórica, pero logro controlarlo”.

Un entorno que acoge y acompaña

Para muchos estudiantes, el sistema escolar tradicional no ofrece los espacios ni el acompañamiento necesario para desarrollarse plenamente. En cambio, la Fundación ha sido para ellos un lugar de pertenencia, donde no solo aprenden música, sino que también forman vínculos y se sienten aceptados.

“En la Fundación hay un gusto por asistir, no es una obligación. Los niños encuentran a otras personas con sus mismos intereses y eso los hace sentir que no están solos”, destaca la directora de la institución, Constanza Rodríguez.

Estefanía refuerza esta visión. “La educación musical no solo potencia el desarrollo del cerebro, también permite que los niños expresen sus emociones, aprendan a reconocerlas y autorregularlas. Eso les genera mayor confianza en su vida diaria”.

En el caso de Matilda, esto se ha traducido en un mayor control frente a la ansiedad, flexibilidad cognitiva y una mejor comunicación con sus pares.

Padres que acompañan, logros que inspiran

Carlos Álvarez, padre de Tomás y Luis, también ha sido testigo de la evolución de sus hijos en la Fundación. Ambos tienen diagnóstico de TEA y han encontrado en la música un canal para desarrollarse y expresarse. “Desde que Tomás comenzó, ha desarrollado un marcado sentido de la responsabilidad y una notable disciplina. Es gratificante verlo conectar con sus compañeros y profesores”, comenta.

Luis, por su parte, ha tenido un proceso más gradual, pero igualmente significativo. “Sabemos que los cambios de rutina son difíciles para él, pero ha logrado establecer buenas relaciones con compañeros que comparten sus gustos. Eso es muy importante para nosotros”, explica Carlos.

Entre los avances que más destaca están “su sentido de pertenencia, responsabilidad y unas claras ganas de superación”.

Carlos tiene una convicción clara. “Estoy firmemente convencido de que la educación artístico-musical ayuda por igual a todos los niños y niñas. Es una herramienta poderosa para el desarrollo, sin importar sus particularidades”.

Aprender con propósito

Tomás Álvarez decidió aprender violín motivado por su familia. “Quise tocar por mi abuela y otros familiares, también para probar algo nuevo”, comenta. Aunque reconoce que se pone nervioso al tocar en vivo, lo que más disfruta es ser parte de la orquesta y aprender canciones nuevas. “Me gusta la orquesta. Aprendí a tocar canciones conocidas”, afirma con entusiasmo.

Más allá del progreso técnico, lo que se observa en Tomás, Luis, Matilda y otros estudiantes es un crecimiento personal que abarca aspectos emocionales, sociales y cognitivos. Y es justamente ese valor transversal el que define la propuesta educativa de la Fundación Filarmónica de Coquimbo.

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